Tiempo de cambios. La presión del precio de los alquileres en el barrio en el cual vivíamos, Hamra, nos ha forzado a buscar apartamento en otro lugar de la ciudad, Ashrafiye, el barrio cristiano que se encuentra en lo alto de una colina tal como su nombre indica: Ashrafiye, la colina de las palomas. Este desorbitado aumento del precio de los alquileres está relacionado con la llegada del verano y por ello con la afluencia masiva de turistas provenientes del Golfo. Como ya dije en anteriormente, estos turistas vienen a Beirut buscando la relajación de costumbres que no tienen en su país, aprovechar la frívola y nocturna vida de la ciudad, sus clubs, sus playas…para ser más exactos: para beber y fornicar, y es que ya lo decía aquel poeta embajador en Beirut “ Hay ciudades que tienen nombre de prostituta oriental”.
Cambio de barrio y cambio de entorno sociológico. Vivir en Ashrafiye es como haber cambiado de ciudad con respecto a Hamra u otros barrios de Beirut, el francés predomina por encima del inglés, las costumbres son distintas, si Hamra es más marítima y en cierto modo más cosmopolita a la vez que oriental, Ashrafiye superficialmente, tiene mucho de Europa: sus pequeños comercios de barrio especializados, sus costumbres occidentales, su manera de vestir, sus restaurantes y sus domingos de tiendas cerradas. Una mala copia de alguna aburrida ciudad belga. Pero como he dicho es algo superficial, pues a poco que indaguemos nos encontraremos con el atávico sustrato árabe, por mucho que lo traten de esconder bajo capas de maquillaje, operaciones de cirugía estética y cogorzas etílicas.
Por todo ello, para los occidentales como nosotros, este barrio reproduce mucho del lugar de donde venimos, por lo tanto la vida aquí es aparentemente más fácil pues responde mejor a las necesidades que traemos de nuestros lugares de origen, así lo debe ver también la Unión Europea, que recomienda a sus trabajadores desplazados en Líbano vivir aquí. En esta decisión también hay un elemento de seguridad nada baladí: los barrios cristianos tradicionalmente no suelen ser bombardeados por los Israelíes, pues no hay que olvidar que antaño, en la guerra civil, fueron aliados. Los palestinos refugiados en los campos de Sabra y Shatila al sur de la ciudad tienen un recuerdo imborrable de aquella alianza. Como viene siendo habitual en esta voluble parte del mundo, esto ha cambiado y no todos los cristianos son proisrael o antisiria.
Escribo sentado en la terraza de mi nuevo apartamento, en una barriada tranquila donde el constante pitar de los coches queda amortiguado por el sonido de las campanas, desde donde puedo ver la tienda de carrinclona moda de la esquina con un sugerente rótulo francés que trata de evocar el rancio aroma del buen gusto parisino, vecino a ella se encuentra el boulanger que vende prototipos de baguettes, más gomosas y menos crujientes que las originales y enfrente está la charcuterie dónde podemos encontrar los productos de primera de necesidad para el hogar, eso sí con un adolescente sirio que te los lleva a domicilio. Bye Hamra, Bonjour Achrafiye.
Cambio de barrio y cambio de entorno sociológico. Vivir en Ashrafiye es como haber cambiado de ciudad con respecto a Hamra u otros barrios de Beirut, el francés predomina por encima del inglés, las costumbres son distintas, si Hamra es más marítima y en cierto modo más cosmopolita a la vez que oriental, Ashrafiye superficialmente, tiene mucho de Europa: sus pequeños comercios de barrio especializados, sus costumbres occidentales, su manera de vestir, sus restaurantes y sus domingos de tiendas cerradas. Una mala copia de alguna aburrida ciudad belga. Pero como he dicho es algo superficial, pues a poco que indaguemos nos encontraremos con el atávico sustrato árabe, por mucho que lo traten de esconder bajo capas de maquillaje, operaciones de cirugía estética y cogorzas etílicas.
Por todo ello, para los occidentales como nosotros, este barrio reproduce mucho del lugar de donde venimos, por lo tanto la vida aquí es aparentemente más fácil pues responde mejor a las necesidades que traemos de nuestros lugares de origen, así lo debe ver también la Unión Europea, que recomienda a sus trabajadores desplazados en Líbano vivir aquí. En esta decisión también hay un elemento de seguridad nada baladí: los barrios cristianos tradicionalmente no suelen ser bombardeados por los Israelíes, pues no hay que olvidar que antaño, en la guerra civil, fueron aliados. Los palestinos refugiados en los campos de Sabra y Shatila al sur de la ciudad tienen un recuerdo imborrable de aquella alianza. Como viene siendo habitual en esta voluble parte del mundo, esto ha cambiado y no todos los cristianos son proisrael o antisiria.
Escribo sentado en la terraza de mi nuevo apartamento, en una barriada tranquila donde el constante pitar de los coches queda amortiguado por el sonido de las campanas, desde donde puedo ver la tienda de carrinclona moda de la esquina con un sugerente rótulo francés que trata de evocar el rancio aroma del buen gusto parisino, vecino a ella se encuentra el boulanger que vende prototipos de baguettes, más gomosas y menos crujientes que las originales y enfrente está la charcuterie dónde podemos encontrar los productos de primera de necesidad para el hogar, eso sí con un adolescente sirio que te los lleva a domicilio. Bye Hamra, Bonjour Achrafiye.