Llueve en el Líbano, llueve en Oriente Medio. Después de muchos meses sin escribir una línea en esta bitácora, la actualidad marca la agenda y me lleva a retomar mi abandonada costumbre.
¿Qué pasa en Oriente Medio? ¿Qué pasa en el mundo árabe? No cabe duda que algo se está moviendo de forma imparable y con ello se pone fin a una forma de gobernar, La herencia perversa de los movimientos panarabistas de los años sesenta, un falso socialismo teñido de nacionalismo árabe. Los últimos dinosaurios, encerrados en sus corruptas torres de marfil que se han construido con el falso miedo a la siempre temida marea islámica. Torres de marfil que se aguantan gracias al apoyo de occidente, siempre tan pudoroso con sus intereses y tan poco creíble en su actitud de garante de la democracia ¿Cuántas veces se han tergiversado resultados de elecciones por miedo al islamismo radical? Y por lo tanto ¿cuánto habrán beneficiado estas manipulaciones a estos grupos? Seguramente Hamas no sería la fuerza que es hoy sin la corrupción del gobierno de Fatah ni el “pucherazo” de las elecciones. Tampoco lo serian los ilegalizados y perseguidos Hermanos musulmanes en Egipto. Estos grupos se han erigido, sin buscarlo, en catalizadores del descontento social hacía estos regímenes, la pregunta es ¿Cuántos de sus seguidores son verdaderamente islamistas radicales o simplemente gente harta de la corruptela en la cual viven inmersos? ¿Cuántos de los que se manifestaban en el tardo franquismo bajo la pancarta del Partido Comunista eran comunistas?
Está claro que en Egipto había y hay un sustrato importante de descontento capitalizado en parte por los Hermanos Musulmanes, pero no es lo mismo la revuelta en la ciudad del Cairo que la situación que viene dándose en el sur rural del país, desde dónde no nos llega información fiable hace muchos años. Tampoco es lo mismo la necesidad de cambio en Túnez, una sociedad culta, cosmopolita y formada que lo que pueda suceder en Libia o Siria, incluso en Arabia Saudí. Pero algo sí que es cierto, la nueva sociedad de la información, de Internet ha generado un efecto mariposa entre países y sociedades dispares pero vecinas y conectadas entre sí por una religión común, o mejor aún, por un pasado común. Sociedades que se miran de reojo.
A finales de los setenta las revueltas izquierdistas contra la satrapía del Sha de Persia en Irán, derivaron en un régimen islámico, que era una fórmula equidistante de los dos bloques de aquel entonces, EEUU y la URSS, pero ahora nadie sabe ni se atreve a vaticinar si esta transversal corriente social ansiosa de cambio puede llevarse por delante el carcomido régimen de los ayatolás. De momento hay indicios interesantes que apuntan hacía cierto optimismo, las revueltas tienen lugar en los núcleos urbanos, entre jóvenes concienciados a los cuales la nueva era de la información les ha dado alas y conocimiento. Damasco nunca estuvo tan cerca de Estocolmo.
Está claro que la gente está harta de gobiernos corruptos, longevos y en muchos casos hereditarios, y esto no tiene nada que ver con el islamismo. Quizá ya va siendo hora qué Occidente apueste de una vez por la democracia real en Oriente Medio y deje de sostener a estos gobiernos que han hecho del miedo al islamismo en Occidente su única razón de existir. Es quizá la última oportunidad.