lunes, marzo 08, 2010

Primeras impresiones...


Tras los primeros días de sorpresa e impacto, poco a poco la ciudad se revela como un microcosmos rico y exuberante a los ojos del occidental recién llegado y acostumbrado a la cómoda y previsible vida de Barcelona. Nuevas formas de convivencia, nuevos olores, nuevas religiones…que en el fondo, y con el paso de los días, no percibimos como tan lejano, más bien al contrario, nos vincula a algo común que nos une de manera subterránea, sutil.

Es una manera de vivir, sensual y hedonista, meridional y mediterránea, no ajena a nuestra cultura, pero que quizá nosotros hemos escondido bajo capas de civilización e influencia del norte de Europa.

Beirut en su conjunto, es el reflejo de las diversas comunidades que la conforman: es totalmente fragmentada y no existe transporte público, debes de moverte en taxi a todas partes…o a pie. Cada barrio tiene su propia dinámica y responde a la comunidad religiosa que lo habita, ignorando a sus vecinos.

Por ejemplo Achrafieh, en el mítico Beirut este, es cristiano y la gente trata de hablar sólo en francés para distanciarse de los musulmanes, que hablan en su mayoría arabe o inglés. Quizá tiene un carácter más parecido al europeo, y por ello más aburrido para nosotros. Es quizá la parte de la ciudad que se mantiene mejor, quedan más casas de estilo otomano sin derruir, aunque muchas en un estado bastante lamentable. A veces parece una mala copia de una aburrida ciudad belga, con sus monsieurs volviendo a casa para la hora de la comida con su baguette bajo el brazo.

Más ejemplos: Escribo sentado en una tranquila terraza del barrio de Hamra, el bullicioso y popular barrio de servicios que se potenció, casi por necesidad, durante la guerra civil que arrasó el país en la década de los 80. Aquí uno descubre el sincretismo cultural de lo que debe ser el oriente levantino, nuestro confín del Mediterráneo. Aunque en esencia y por ubicación musulmán, pocos barrios en Beirut acumulan tanto en tan poco espacio, quizá por su carácter de zona franca, de centro "oficioso" en oposición al centro oficial, el centre ville reconstruido por la empresa SOLIDERE, de capital Saudí y Libanés y que tan pingües beneficios reportó a la familia Hariri.

Por lo tanto Beirut es un mosaico de comunidades, exótico y explosivo. Según algunos autores la identidad del libanés no es el Líbano, sino su comunidad. Un residuo del antiguo imperio Otomano, pero sin Sultán y en un territorio no más grande que Asturias. Aunque quizá sea justamente la inestabilidad social, el complejo equilibrio entre comunidades y religiones, lo que mantiene y potencia ese ansia por vivir el momento, eso que la hace tan atractiva.

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